La verdad es que siempre me he considerado una "integrista" de las paredes blancas.
Hasta hace un tiempo me costaba un mundo imaginar algo más limpio, luminoso, versátil y perfecto que una pared totalmente lisa y totalmente blanca.
Sin embargo, he de reconocer que el trabajo en el estudio y el hecho de enfrentarme a diario con diferentes estilos de clientes y, por consiguiente, de diferentes estilos de espacios me ha hecho darme cuenta que, por mucho que a mí me encanten las paredes blancas, no tienen por qué ser ni mucho menos la única opción válida.
Poco a poco voy aprendiendo que ser un poco más atrevida y jugar con el color, lejos de comprometer el acierto del resultado final, puede incluso revelarse como la clave de un buen interiorismo.
De hecho, ahora mismo se me ocurren pocas cosas más efectistas y más económicas que una buena mano de pintura para darle un buen "lavado de cara" a nuestra casa.
Vía – Tres_Studio